viernes, 16 de agosto de 2013

MALDICIONES EMOCIONALES Y GENERACIONALES



Debemos tomar conciencia de las consecuencias de nuestro comportamiento. Las heridas emocionales que les causamos a otros pueden ser tan poderosas que sus efectos no duren sólo una vida sino varias generaciones. En la Amazonia, las llaman maldiciones generacionales: el terror que una madre atormentada le puede causar a sus hijas es sentido por las hijas de las hijas de sus hijas, y el duro castigo que un padre le inflinge a su hijo es sentido por generaciones. Esto también opera en el nivel colectivo. Por ejemplo, el legado de colonialismo y esclavitud no desapareció cuando los últimos esclavos murieron –sus experiencias afectaron a la forma en que criaron a sus hijos y en que éstos criaron a sus propios hijos. También sucede lo mismo en las familias donde hay alcoholismo, enfermedades mentales o abusos. Incluso los nietos de la gente que lo perdió todo durante la gran depresión aún tienen que lidiar con problemas de escasez.

Las maldiciones generacionales a menudo pasan desapercibidas, ya que nacemos con ellas y las consideramos parte de nuestra «piel». Es importante tomar conciencia de estos legados a fin de que podamos curarlos, y evitemos condenar a nuestros hijos a una vida en que van a estar reaccionando a una herida que le fue infligida a nuestra abuela hace setenta y cinco años. Vivir con coherencia quiere decir curar esta herida en lugar de dejársela como herencia a nuestros hijos.

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