Haz íntimamente tuya la espiritualidad que bulle en la Humanidad
Abre los ojos para detectar, comprender y asumir la espiritualidad que
bulle y se extiende, cada vez con más fuerza y energía, por la
Humanidad, en todo el planeta. Haz íntimamente tuya la espiritualidad
que circula y se expande al margen de iglesias y “credos” y que mana
directamente del interior de las personas, por lo que resulta tan
incontrolable como imparable.
Algunos la califican como “nueva”, pero en parte es la espiritualidad
que siempre ha latido y brotado en los místicos y místicas de todas las
religiones, que, por chocar con la visión del Dios externo y distante
impuesta por las jerarquías eclesiásticas, fueron frecuentemente
perseguidos y condenados por las propias iglesias a las que pertenecían.
Muchos místicos españoles -Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz,
Fray Luis de León, Miguel de Molinos,…- son un rotundo ejemplo de ello.
La diferencia es que, aquí y ahora, dentro del proceso evolutivo de la
Humanidad, esa espiritualidad ya no cabe en el seno de ningún “credo”
–algo que sí intentaron la mayor parte de los místicos- y ha dejado de
ser un fenómeno aislado, anecdótico o muy minoritario, para emanar cada
vez en más gente. Personas que ya no se identifican con ninguna de las
religiones y viven su espiritualidad con independencia de las mismas. Es
una espiritualidad emancipada y evolucionada que, superando la visión
“primitiva” de un Dios externo y separado, siente y percibe que entre
Dios y yo -cada uno de nosotros- no hay desunión posible.
Una espiritualidad “aconfesional” que no sabe de “credos”, estructuras,
intermediarios, dogmas, divisiones y doctrinas. Una espiritualidad de
hombres y mujeres libres –espíritus consciencialmente emancipados- que
reconocen su “verdadero ser” y su “naturaleza esencial” y divina y que
por esto, lejos de identificarse con el hermano menor o mayor, han
entendido desde el Corazón que ser auténtico hijo es hacerse uno con el
Padre.
Al emanar de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial”, es una
espiritualidad totalmente ajena a normas externas, del tipo que sean, y
que nada tiene que ver con los conceptos y clichés tradicionales del
“devoto”, el “beato”, el “piadoso”, el “santurrón” o el “puritano”. Y se
despliega Aquí y Ahora -no en la teoría ni en los mundos mentales- y en
entera Libertad.
La espiritualidad de la Libertad, la Felicidad y el “endiosamiento”
Es la Libertad inconmensurable que fluye de nuestro “verdadero ser” y
“naturaleza esencial”, lo que desvincula a la espiritualidad de todos
los estereotipos y convencionalismos “religiosos” y la descarga de
tantas rémoras: de cualquier clase de examen o juicio por alguien o algo
exterior a uno mismo; de la necesidad de ser “salvados” o “redimidos”
por otros o por una entidad “superior”; de un patrón preconcebido de
comportamiento o reglas de conducta; de unas pautas concretas de
“práctica”; de una forma determinada de desenvolvernos en la vida
diaria, de comer, de vestir,…; de un modelo prefijado para interaccionar
con los demás; de un modo específico de desarrollar la sexualidad o
nuestros dones y talentos; etcétera.
Es la Libertad infinita de una espiritualidad que sólo sabe de Amor. Por
ello, se manifiesta en la cotidianeidad de nuestras vidas sin miedo o
temor de ninguna especie, sin coacción posible, sin sometimiento a
parámetro o arquetipo alguno.
Esta espiritualidad rebosa Felicidad, que no viene de fuera, sino del
interior, pues es el Estado Natural de nuestro “verdadero ser” y
“naturaleza esencial”. Y se expresa de instante en instante en la
alegría, la risa y el humor, utilizando para ello las formas y maneras
de diversión que el Amor impulsa, con total independencia de lo que los
demás crean u opinen, y disfrutando, sin parar, de la Vida y los
Milagros que la inundan a cada momento, pese a quien le pese o digan lo
que digan.
Esta espiritualidad no busca nada, ni procura quedar bien con nadie, ni
pretende gustar o agradar a los demás, ni necesita que otros nos amen o
quieran, ni reconocimientos, ni reverencias... Es, simplemente, el Dios
que es yo expresándose sin trabas en la Espontaneidad y el Amor.
Es la espiritualidad del “endiosamiento”, palabra que tiene raigambre en
los primeros Padres de la Iglesia, como San Basilio, que lo denominó:
“La meta máxima”. Un endiosamiento derivado de la toma de consciencia de
que Dios es yo, lo que, lejos de cualquier atisbo de vanidad, orgullo o
soberbia, es un fenomenal signo de humildad. Una humildad tan sentida e
intensa como para cesar de ser yo y, así, ser Él.
“Vivir Viviendo”: sin deseos ni rechazos; sin anhelos ni renuncias
Por tanto, libre ya de toda carga y sin las cadenas del “debo de” y “tengo que”, goza como un “Niño” en el “Vivir Viviendo”.
“Vivir Viviendo”. En el Aquí y Ahora, de instante en instante, y
centrado en tu “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal, que
bien sabes ya que son los de todos y Todo.
“Vivir Viviendo”. Con
Confianza en la Providencia y en la Vida y en continua Frecuencia de
Amor.
“Vivir Viviendo”. Ejercitando de manera natural y espontánea tus
dones y talentos –cada cual cuenta con los suyos- ante los hechos,
sucesos y acontecimientos que la propia Vida -no la programación mental
ni la búsqueda de bienestar- vaya poniéndote por delante.
“Vivir Viviendo”. Colocando en tu día a día espacios de Silencio y
ocasiones para conectar con la quietud que atesoras en tu interior
divino y eterno. Podrás así salir de la Matrix, donde tantas preguntas,
tareas y diatribas mentales bullen y atan. Instálate en esa quietud,
hasta integrarte en la No-Identidad y volcarte en lo que realmente Eres y
Es: No-Ser.
Y, a partir de ahí, vuelve a la Matrix y sal y entra en
ella cuanto quieras: ¡juega a crear! como el “Niño” que eres y con su
entusiasmo (“Dios en ti”). Y la identidad con la que en la Matrix te
percibes, asúmela como lo que es: un holograma, mera ilusión o
ensoñación. Y despliégala en un movimiento que sea el resplandor de la
quietud. Lo que significa disfrutar de una vida sencilla y alegre y
libre de vanidad y miedos.
Se acabaron las palabras, los pensamientos, las ideas, los análisis, los
razonamientos, los esquemas conceptuales, las experiencias duales… Cesó
todo: Soy Amor. Y desde el Amor que Soy, me despreocupo del “qué” y
centro el Corazón en el “cómo”; ejercito los dones y talentos; y
acompaño todo lo que pasa, que observo, acepto y no juzgo como mi propia
proyección en la Unicidad de cuanto Es y Acontece.
La Iluminación te envolverá desde la contemplación de su absoluta
innecesariedad. Sin deseos ni rechazos; sin apegos ni desapegos; sin
anhelos ni renuncias. Rendido en la Omnipotencia y Libre en el “Vivir
Viviendo”, la Unificación en la Unicidad habrá expandido aquello que se
consideró “tú” en algún instante del momento presente continuo en el que
lo eterno se desenvuelve.
No te prives de nada
No sé bien qué es la vida, pero me he determinado a
vivirla. De esa vida que se me ha dado, no quiero perderme nada: no
solo me opongo a que se me prive de las grandes experiencias, sino
también y sobre todo de las más pequeñas.
Quiero aprender cuanto pueda, quiero probar el sabor de lo que se me
ofrezca. No estoy dispuesto a cortarme las alas ni a que nadie me las
corte. Tengo más de cuarenta años y sigo pensando en volar por cuantos
cielos se me presenten, surcar cuantos mares tenga ocasión de conocer y
procrear en todos los nidos que quieran acogerme. Deseo tener hijos,
plantar árboles, escribir libros. Deseo escalar las montañas y bucear en
los océanos. Oler las flores, amar a las mujeres, jugar con los niños,
acariciar a los animales. Estoy dispuesto a que la lluvia me moje y a
que la brisa me acaricie, a tener frío en invierno y calor en verano.
He aprendido que es bueno dar la mano a los ancianos, mirar a los ojos
de los moribundos, escuchar música y leer historias. Apuesto por
conversar con mis semejantes, por recitar oraciones, por celebrar
rituales. Me levantaré por las mañanas y me acostaré por la noche, me
pondré bajo los rayos del sol, admiraré las estrellas, miraré la luna y
me dejaré mirar por ella. Quiero construir casas y partir hacia tierras
extranjeras, hablar lenguas, atravesar desiertos, recorrer senderos,
oler las flores y morder la fruta. Hacer amigos. Enterrar a los muertos.
Acunar a los recién nacidos. Quisiera conocer a cuantos maestros puedan
enseñarme y ser maestro yo mismo. Trabajar en escuelas y hospitales, en
universidades, en talleres…
Y perderme en los bosques, y correr por las playas, y mirar el horizonte
desde los acantilados. En la meditación escucho que no debo privarme de
nada, puesto que todo es bueno. La vida es un viaje espléndido, y para
vivirla solo hay una cosa que debe evitarse: el miedo.
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