viernes, 24 de marzo de 2017

El poder de la palabra

El poder de la palabra es tremendo. Aunque muchas personas digan que una imagen puede valer más, y en ciertos casos es verdad, no hay que olvidar que cuanto sale de nuestra boca tiene un valor. Así, lo más pequeño e insignificante puede hacer un gran daño, dependiendo cuáles sean las circunstancias de la comunicación.
En numerosas ocasiones se oye el célebre dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, una palabra puede contener en sí misma un poder tremendo y acompañada de más palabras, puede llegar a ser incluso demoledora.
Por lo tanto, vamos cómo se puede utilizar el poder de la palabra para que se ponga de nuestro lado, como hacer daño o simplemente conseguir algo de nuestro interlocutor, aunque sea hacerle feliz.

El poder de la palabra: palabras que hieren

La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.
¿Quién no tiene un amigo tóxico o manipulador que sabe cómo usar la palabra para sacar de nosotros cuanto quiere, aunque nosotros no lo deseemos? ¿A quién no le han dicho nunca palabras llenas de ira, resentimiento, dolor, rechazo o tristeza?
Nos guste o no, la palabra es la forma más usada por los humanos para el acto de la comunicación. Además, es un intercambio que deja huella, ¿Quién de nosotros no recuerda alguna de esas frases que le ha causado un gran dolor o le ha alegrado el día?

El poder de la palabra: palabras de amor

No obstante, no solo el poder de la palabra es grande cuando pretende herir. También sirve para describir sentimientos como el placer, la bondad, el amor o el agradecimiento.
De hecho, hemos sido capaces de crear algunas de las palabras más bonitas del mundopara hablar de aquello que nos agrada: como la belleza, la amistad, la solidaridad o los encantos que nos rodean.
¿Qué sería del amor sin la palabra? ¿Hay algo más bello que decirle a la persona a la que quieres todo cuanto sientes por ella, y que sepa lo mucho que significa en tu vida?
Es evidente que el poder de la palabra es enorme para hablar con otras personas de todo cuanto es bueno y bello en nuestra vida, este es probablemente uno de los mejores usos que tiene.

El poder de la palabra: palabras vacías

Sin embargo, hay personas capaces de hablar sin decir nada. Por ejemplo, los jóvenes que apuntan maneras en este tipo de discursos, de hecho, se les suele hacer un comentario muy revelador: “tú vas para político”. Así, se les reconoces la capacidad de estar hablando durante un periodo considerable de tiempo sin que se pueda extraer de sus palabras una conclusión clara.
Cuando estas personas ostentan un cargo de responsabilidad, en el ciudadano crean una mezcla de rabia y tristeza e impotencia. Rabia porque en su posición, el representante público, tiene el deber de darle sentido a la comunicación que hace de sus acciones y propuestas. Tristeza porque se siente parte de la sociedad que le ha puesto en el cargo e impotencia porque, a pesar de hacer esfuerzos, no consigue engancharse al canal de comunicación abierto.

El poder de la palabra: palabras que mienten

Por último, me gustaría referirme al poder de la palabra por su enorme capacidad para trasmitir mentiras, tratando de captar la atención del interlocutor para decirle algo que en realidad no es cierto.
Así, aunque nunca nadie nos lo haya dicho de manera explicita, somos conscientes de que las mentiras tiene un cómplice mucho más fiel en el lenguaje escrito o hablado que, por ejemplo, en nuestra mímica.

Es una pena que la riqueza lingüística con la que contamos se utilice en ocasiones para insultar, mentir, discriminar o falsear la realidad, pues ninguna palabra de este planeta merece una utilización tal.
La palabra tiene un enorme poder. La palabra puede ser fuente de belleza, de poesía, de creación, de amor, de vida, de alimento para el alma, de positivismo… Pero, como todo en este mundo, hay un lado oscuro que la retuerce y la oprime, la grita y la estrangula.
Por desgracia, cada día parecen haber más voces que intentan que su mensaje quede por encima del resto elevando el tono o la gravedad de las acciones con las que intentan respaldarlo. Atacando a los demás, pensando que la validez de su mensaje les confiere el resguardo moral necesario para sesgar las vidas de quienes se oponen o permanecen indiferente al mismo. 
La responsabilidad, con la que ejerzamos y disfrutemos del poder de la palabra, es nuestra. Utilizarla para crear construir, compartir, acariciar o abrazar en vez de para agredir, atacar o destruir, en el fondo, es nuestra decisión. Tanto practicarlo como censurarlo.


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