Son esas decisiones de suma importancia o trascendencia que se han de
tomar en la vida cuando uno ha asumido la determinación de gobernar su
vida y llevarla por donde considere adecuado.
Todos hemos vivido o hemos conocido un caso de importancia
extrema, en el que el hecho de tomar una u otra decisión ha modificado
por completo o en gran medida la vida.
¿Qué hubiera pasado si en vez de casarte con tu marido o tu esposa lo hubieras hecho con otra persona distinta?
¿Qué hubiera pasado si hubieras estudiado más o hubieras elegido otra profesión u otra carrera?
¿Qué hubiera pasado si te hubieras enfrentado a aquella situación y
hubieras tenido el valor de decir lo contrario de lo que dijiste, o de
hacer lo contrario de lo que hiciste?
Muchas veces hacemos o no hacemos ciertas cosas porque no sabemos o
porque creemos que no sabemos. Dentro de nosotros todos llevamos alguien
que sí sabe. Algunos le llaman intuición.
Para llevarse bien con la intuición, y que la relación con ella sea
beneficiosa, hay que aprender a poner a un lado la mente y escucharla a
ella directamente.
En toda decisión vital puede haber conflictos, ya que pueden
presentarse algunos valores muy diferentes, o ideas contrapuestas, y
ambos parecen tener las mismas posibilidades de veracidad o de
aportación de beneficio, pero la mente pesa y sopesa, duda, tiembla ante
la responsabilidad de tomar la decisión en uno u otro sentido.
Por supuesto que no siempre es así. A veces lo vemos muy claro y nos
evitamos esta tensión. Pero, también puede ser que eso a lo que llamamos
“verlo claro” no es sino una forma de evitar la reflexión, de
enfrentarse a las propias dudas, y de evitar el conflicto que se genera
cuando tenemos más de una alternativa.
Tomar decisiones puede implicar riesgo, pero es que también hay riesgo –y en ocasiones mucho más- en no tomar decisiones.
¿Cómo se hace para tomar las decisiones vitales acertadamente?
Difícil pregunta cuyas respuestas se han de aceptar solamente si uno
está de acuerdo con ellas porque resuenan en la forma de entender de
cada uno.
Estas son algunas sugerencias:
- No tener miedo a las consecuencias.
- Entender y aceptar que existe la posibilidad de equivocarse.
- Confiar en la intuición.
- Considerar las emociones para que no engañen.
- Jugar también a hacer de “Abogado del diablo”.
- No compararse con otros ni comparar una situación con otra distinta.
- Cambiar la forma habitual de ver y hacer las cosas.
- No dejarse presionar.
- Pedir otras opiniones por si se ha escapado algún punto de vista.
Creo que todos tenemos una espinita clavada por alguna decisión en la
que no acertamos, pero eso no ha de condicionar todas las que nos
quedan por tomar.
Vivir es conciliar contradicciones.
En esto nos va a suceder igual. Se trata de encontrar la mejor entre todas ellas. Y pasar a la acción.
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