EL TIEMPO DE ENFADO ES UN TIEMPO INÚTIL.
Cuando otro hace algo que no es de nuestro agrado, cuando nos sucede
algo que no nos apetece, cuando ocurren cosas que nos molestan, es
cuando uno tiene que darse cuenta de lo que está pasando y no dejar que
la impulsividad se manifieste descontroladamente, sino que es el momento
de usar la aceptación –sea lo que sea, ya ha sucedido-, la ecuanimidad
–que nos permitirá valorar el hecho en su justa medida-, la comprensión
–tal vez no estaba en la intención de la otra parte molestarnos-, y
quién se siente enfadado o quién odia –y si es un asunto de nuestro ego
herido en su orgullo, más vale que no le demos excesiva importancia-.
He aprendido que las cosas son lo que son y no lo que yo quisiera que fueran.
He aprendido que lo importante no es lo que me pasa, sino lo que yo hago con eso que me pasa.
Valoro más mi estabilidad emocional, no descentrarme, y no llevarme
un disgusto del que voy a ser yo el principal afectado, así que si hace falta recurro a eso que
se dice de contar hasta 100 –y muchas veces cuando llego al 5 ya me ha
calmado-, valoro si realmente merece la pena esa reacción mía –pero no
me dejo pisar ni que abusen de mí, para eso está la asertividad para
defenderme-, y relativizo las cosas, las desdramatizo, las veo en la
distancia y con serenidad.
No es muy fácil, porque en esos momentos precisamente lo complicado
es mantener la calma, pero… yo ya he aprendido quién es el que al final
se queda mal cuando se enfada –o cuando odia-.
Ahora es tu turno de decidir.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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