jueves, 20 de octubre de 2016

DAR Y RECIBIR


Me gusta dar, a casi todos nos gusta, ya que proporciona una felicidad difícilmente comparable con cualquier otra experiencia: la de percibir la felicidad de quien tenemos enfrente. El acto de dar alimenta el alma, y no me refiero a dar cosas materiales, porque a veces el mejor regalo está dentro de una sonrisa o de una mirada o de una mano en el hombro, en señal de apoyo para quien lo necesita…
Pero: ¿sabemos recibir en la misma medida que sabemos dar?
Saber recibir es querernos a nosotros mismos, aceptarnos, reconocer que merecemos lo que se nos ofrece…
Es una pregunta que me he hecho mientras preparaba una sorpresa para alguien a quien quiero…
Y me parece importante porque la generosidad es un camino en dos direcciones que está impulsada por el amor, bien sea amistoso, familiar, de pareja, o la misma compasión, que es una forma de amor sublime…
No he podido darme una respuesta, pero voy a seguir buscándola..

Y tú ¿Sabes recibir?
Recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si detenemos el flujo desde alguno de los dos polos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza

Cuanto más demos, más recibiremos, porque mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida. En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar, ni vale la pena darse, ni vale la pena recibirse. Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad, y entonces no generará abundancia. Cuando damos a regañadientes, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.

Al dar y al recibir, lo más importante es la intención. La intención debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por lo tanto, genera abundancia. La retribución es directamente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón. Por eso, el acto de dar debe ser alegre; la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera, la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.

La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámico de impulsos de inteligencia entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo humano y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.

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