Ser cuidadoso, con todas las personas y cosas, y
cuidadoso en todos los aspectos, aporta a nuestra vida y a la relación
con los otros una sensibilidad que va incluso más allá de lo humano.
Tratar a la persona con miramiento, con consideración, siendo
plenamente consciente de lo que el otro es –un Ser Humano completo- y
tratándolo como tal, con el mismo cariño y respeto con los que nosotros
quisiéramos ser tratados, ennoblece a la persona que lo hace al mismo
tiempo que engrandece su corazón.
Cuidar es estar y entregarse plenamente en la relación con el otro,
es prestarle toda la atención para respetarle y considerarle, tener la
vigilancia atenta para que haya exquisitez y que el otro sea capaz de
captarlo, convertirlo en lo más importante de ese momento de ambos
juntos, dejarle claro su protagonismo y prioridad en ese instante.
Si uno practica todo esto tiene todas las posibilidades de que el
otro, en justa correspondencia le trate del mismo modo. En una pelea
verbal es casi imposible que uno de los dos mantenga la calma mientras
el otro grita porque la relación que se ha establecido en ese momento
casi obliga a responder del mismo modo y con la misma actitud. En
cambio, si uno trata al otro con cuidado y cariño es casi seguro que
contagiará al otro su actitud y será correspondido del mismo modo.
Todos conocemos, bien porque lo hemos visto o experimentado, alguna
relación en las que ambos se sienten cómodos, bien tratados, bien
recibidos, con cordialidad y relajación, con esmero y respeto.
De eso se trataría también, de ser quien promueve esa actitud para
que el otro actúe del mismo modo, y no por egoísmo sino porque es lo
correcto.
Cuidar, por supuesto, se refiere también a cuidarse.
Cuidarse es descubrir y ofrecerse lo que se necesita, lo que se desea
o lo que es bueno para uno, y todo ello sin tener sentimiento de culpa o
de ser egoísta.
No hay que olvidar nunca que cuando el Creador nos entrega la vida
nos entrega también la responsabilidad del cuidado de esa vida, de esta
persona que somos, para que sea capaz de gozar de los placeres y
sentidos que hay en el mundo a nuestra disposición, y que nos pide
también que seamos felices, que nos procuremos la felicidad, que
tengamos esmero en la atención a este cuerpo que se nos presta durante
un tiempo, a esta mente -que es un gran instrumento para manejarse por
la vida-, a la sensibilidad y los sentimientos –que son quienes aportan
sal a la vida-, y al prójimo que nos acompaña durante cada etapa, ya que
son exactamente iguales a nosotros en cuanto a que compartimos
exactamente lo mismo.
Y lo mismo que se nos pide a nosotros se les pide a ellos.
Y tienen por tanto las mismas preocupaciones, idénticas inquietudes,
dudas similares, parecidos tropiezos… y una vocecita paralela a la
nuestra que les repite lo mismo: que han de cuidar –cuidarnos- y
cuidarse.
Esto requiere una introspección seria, desde la honestidad y con
honradez, para tomar conciencia de cómo se está procediendo con respecto
al cuidado y cómo se desea proceder.
Y si no coinciden ambos, habrá que ponerse a resolverlo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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