Un gran rey que había contratado muchos sabios, se sentía
frustrado con sus riquezas. Un país cercano, un país más poderoso que el
suyo, se preparaba para atacar. El rey tenía miedo de la muerte, de la
derrota, de la desesperación, de la vejez. Entonces llamó a sus sabios y
les dijo: “No sé porqué, pero debo encontrar cierto anillo… uno que me
pondrá alegre cuando esté infeliz y al mismo tiempo, si estoy feliz y lo
miro, me pondrá triste”.
Estaba pidiendo una llave, una llave con la cual pudiese abrir dos
puertas: la puerta de la felicidad y la puerta de la desdicha. ¿Qué les
pedía? Pedía el dominio de sus estados de ánimo. Decía que quería
volverse el dueño de sus estados de ánimo, no quería ser más la víctima
de ellos.
Los sabios hicieron consultas entre ellos pero no pudieron llegar a
ninguna conclusión. Finalmente fueron a un místico Sufi y le pidieron
su consejo. El Sufi sólo se sacó un anillo del dedo y se los dio
diciéndoles: “Hay una condición. Dénselo al rey, pero díganle que sólo
debe mirar debajo de la piedra cuando todo esté perdido, cuando la
confusión sea total, la agonía perfecta y cuando él se sienta
absolutamente impotente. De otra manera perderá el mensaje”.
El rey guardó el anillo. Al poco tiempo comenzó la guerra con el
reino vecino y tal como se suponía, la situación rápidamente se tornó en
su contra.
Su país estaba perdido, huía del reino sólo para salvar su vida.
El enemigo lo seguía, podía oir los caballos de sus perseguidores… y su
caballo murió. Siguió corriendo a pie hasta que llegó a un punto sin
retorno. Sólo había un abismo. En el último momento recordó el anillo.
Lo abrió, miró debajo de la piedra y allí estaba el mensaje, que decía:
“Esto también pasará”.
Osho
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