jueves, 15 de septiembre de 2016

¿ POR QUE SE PUEDE CURAR CON LUZ?

Eres tierra y en luz tierra te has de convertir.
Eres polvo de estrellas y en luz de estrella te has de convertir.
Que en la muerte que disuelve la materia se revele
siempre la conciencia pues siempre, en cada muerte, en esa viva luz te has de convertir.

Nos dirigimos a la misma luz de la que un día partimos.


A los médicos convencionales les cuesta entender que pueda tratarse a los enfermos con métodos terapéuticos que utilizan básicamente la luz para curar. Y, sin embargo, está demostrada su efectividad y científicamente explicadas las razones que lo hacen posible. Analicémoslo.
El descubrimiento de que las células emiten luz de baja intensidad nos ha permitido comprender por fin los principios básicos de la evolución biológica. Es más, ha permitido encontrar explicaciones sobre el influjo del medio ambiente electromagnético en la evolución de la vida y entender aspectos de la investigación farmacológica, la nutrición, la división celular, el cáncer… Llegada es, pues, la hora de poner fin a la disociación entre Biología y Física.
Hoy sabemos, de hecho, que la luz juega un papel fundamental en los procesos moleculares invisibles excitando las moléculas y modificando sus niveles energéticos, siendo lo que hace posible gran cantidad de reacciones bioquímicas. Y es que en el microcosmos molecular se produce un intercambio de luz sólo que en él las reacciones químicas son posibles a partir de estados electrónicos activados que implican la liberación y el intercambio de fotones.
Es decir, ya no puede afirmarse que las características esenciales de la vida dependan sólo de procesos metabólicos -que representan intercambios de materia y energía- sino también de intercambios y transferencias de información. Y, por tanto, no es suficiente ya con estudiar los detalles relativos a la transferencia de informaciones bioquímicas -como, por ejemplo, las hormonas- o la transferencia de informaciones biofísicas habituales -como las diferencias de potencial y los gradientes de concentración. Los problemas de recepción, transferencia, almacenamiento y procesamiento de las informaciones biológicas, tanto en las células aisladas como en los organismos, son pues, para la ciencia de hoy, de vital importancia.
Y piénsese que las ondas electromagnéticas (fotones) abarcan en los sistemas vivos un amplísimo rango de amplitud y de frecuencias: desde menos de 1 hertzio a más allá de 1015. Altas frecuencias en las que se encuentran, en general, líneas de resonancia espectral de naturaleza específica y probablemente individuales: son las reacciones sensibles de los organismos vivos a las exposiciones a ondas electromagnéticas de frecuencias bien determinadas. Aunque parece que las longitudes de onda más largas son activas sobre superficies mayores -como las de los órganos- y las longitudes de onda más cortas intervienen a distancias más reducidas -como células y moléculas-. De hecho, en los vertebrados superiores se pueden obtener poderosos efectos con frecuencias comprendidas entre 1 y 100 hertzios.
LA LUZ EN LA TRANSFERENCIA DE INFORMACIONES BIOLÓGICAS
” Las células vivas emiten normalmente una corriente fotónica constante. Corriente que se modifica de modo abrupto cuando un virus penetra en las células: exaltación de radiación- silencio-nueva exaltación y después extinción progresiva de la radiación en ondas múltiples hasta la muerte de las células. Esto recuerda casi la crisis de dolor de un animal”. (Kaznatchejev y Micahilova)

Cada vez es mayor la evidencia científica de que existe comunicación entre las células a través de la bioinformación electromagnética.
La radiación fotónica -ultra tenue- se revela así como un común denominador en todos los seres vivos, en los que se manifiesta bajo la forma de emisiones ultradébiles de fotones que tienen un valor de comunicación por emitirse a ritmos específicos constantes. Emisiones que se constituyen en el sustrato portador fundamental de informaciones biológicamente significativas y que fueron ya descritas en Biofísica a comienzos del siglo XX si bien sólo se reconoció su importancia en la biología a partir de los avances en las técnicas de detección de biofotones.
Ya en 1922 el biofísico ruso Alexander Gurwitsch observó que al aproximar las raicillas de una planta de cebolla al tallo de otra planta de cebolla se induce una multiplicación celular en el tallo sometido a tal influjo, reconocida al microscopio por un aumento de la mitosis. Efecto que se bloqueaba cuando se cubrían las plantas con tubos de vidrio. Pues bien -con gran sorpresa del investigador-, ese efecto volvía a aparecer si en lugar de vidrio las plantas se introducían en tubos de cuarzo. Y como la posible transferencia química podía descartarse concluyó que tenía que deberse a la luz ya que el vidrio absorbe la radiación ultravioleta mientras el cuarzo la deja pasar. ¡Una luz que influía directamente sobre el ADN!
(Tan sensacional descubrimiento sería corroborado en 1974 por el Premio Nobel de Física Denis Gabor -descubridor del principio de la holografía- al reproducir minuciosamente en los laboratorios de Siemens de Berlín los experimentos de Gurwitsch estableciendo además que los fotones aislados pueden desencadenar la multiplicación celular.)
A continuación, en 1954, los italianos L. Colli y U. Facchini constatarían que también los embriones de diversas semillas de cereales emiten luz. Componentes luminosos que se distribuyen desde la zona verde hasta la zona roja del espectro.
Hoy sabemos que la propiedad de conversión fotón-fonón de la melanina (un polímero de dopamina sensible a la luz y responsable de la pigmentación de la piel y el color de los ojos) da cuenta de cómo una vibración electromagnética (fotón) puede convertirse en una vibración acústica de menor velocidad. Lo que explica que un fenómeno de resonancia entre la melanina de la piel y la neuromelanina -situada en los circuitos más críticos del sistema nervioso central- de lugar a la transferencia de información mediante luz hasta el cerebro explicando su subsecuente efecto sobre el comportamiento. Ello explica el significativo efecto terapéutico del láser infrarrojo de débil intensidad modulado a muy bajas frecuencias que durante más de dos décadas he utilizado personalmente -junto a mi equipo de colaboradores- en el campo de la bioenergética médica. Los científicos S. Stschurin, V. P. Kaznatchejev y L. Michailova han confirmado también -con más de 5.000 experimentos- que las células vivientes transmiten informaciones a través de los fotones y, en particular, a través de la luz comprendida en la banda de radiaciones ultravioleta. Su experimentación la describirían así: “Las células, inmersas en una solución nutritiva, se encontraban en dos balones de cuarzo que estaban en contacto entre sí. Pues bien, uno de los cultivos celulares fue contaminado por un virus y se constató que, prácticamente de forma simultánea, las células de la colonia contigua enfermaron también. Ese mismo fenómeno se produjo cuando en uno de los recipientes las células fueron destruidas por dosis de radiación ultravioleta o envenenadas. En cada ocasión, las células del recipiente vecino enfermaron también mostrando los mismos síntomas. Y eso a pesar de que ambos recipientes estaban aislados ya que sus paredes eran de cuarzo. Bueno, pues cuando se utilizó vidrio en lugar de cuarzo las células quedaron protegidas y no hubo transferencia de la acción patógena. Por tanto, la misma no pudo deberse a los productos químicos o a los virus introducidos en el primer cultivo. De hecho, éstos no se encontraron en el cultivo vecino…”
Stschurin -uno de los científicos que efectuó el experimento- declararía sobre las implicaciones para la Medicina de este descubrimiento lo siguiente: “Como las células afectadas por diferentes enfermedades presentan características de radiación diferentes estamos convencidos de que los fotones pueden informarnos con antelación de cualquier principio de degeneración perniciosa y revelarnos la presencia de virus.”
F. A. Popp -biofísico alemán autor de numerosas comunicaciones científicas sobre biofotones- confirmaría luego en sus investigaciones que la luz, fuente fundamental de energía, es la base de todos los procesos vitales. En su modelo -respaldado hoy por numerosas investigaciones efectuadas ya en el mundo-, los quantos de luz (fotones) representan el motor de procesos biológicos fundamentales en la evolución, desarrollo, diferenciación y degeneración celular.
Popp confirmaría igualmente que la célula emite radiación electromagnética coherente. Y que esa coherencia es la que da a la radiación la propiedad de resonancia y el extraordinario poder energético del láser. Sus experimentos demostrarían además que ese efecto láser proviene de una resonancia entre los fotones (de una emisión de luz exterior) y el campo electromagnético emitido por el ADN sólo que pudiendo manifestar sus efectos a distancia, lo que lo distingue de las reacciones químicas.
En este ámbito se han constatado además otras cosas:
1) Que las radiaciones de las células próximas a su muerte se intensifican antes de extinguirse definitivamente.
2) Que la lesión provocada a cualquier planta hace que la radiación celular aumente en otras plantas, incluso no estando cercanas.
3) Que los procesos de reparación del ADN lesionado están relacionados con la fotorreparación o fotorreactivación, fenómeno experimentalmente establecido por el cual los daños genéticos de las células y las formaciones celulares -cualquiera que haya sido el modo en que se provocaron- se reparan prácticamente siempre en sólo unas horas cuando son irradiados por una débil radiación ultravioleta de una banda espectral particular (alrededor de 400 nanómetros de longitud de onda). Descubierta primitivamente en las bacterias, esta reparación gracias a la luz ha sido luego puesta en evidencia sobre los organismos superiores y, finalmente, en el ser humano. Está en la misma banda espectral de la radiación ultravioleta en la que se manifiestan las interacciones patológicas de la luz y cae en el mismo rango de fotorreactivación.
EL PODER SANADOR DE LA LUZ
La conclusión de todo esto, amigo lector, es que la luz tiene la capacidad de sanar. Porque quizás de luz es la sustancia de la sustancia. A fin de cuentas, la vida misma está en un estado metaestable, lejos del equilibrio térmico. Es un sistema abierto para procesar la luz. Por eso toda vida procesa la luz, enriquece la luz y regala su luz como ofrenda. También la materia inerte es luz dormida. La luz es materia viva, despierta. Y de luz son tus moléculas y tus pensamientos. Hasta el agua del océano de la creación es sustancia-luz. Así pues, ¡despierta¡ Porque cuando despiertas a la luz, la creación continúa. Recuerda lo que nos ha transmitido la Tradición:
“Y dijo Dios: Hágase la luz”.
Y desde entonces la Luz no ha dejado de hacerse en todo. Siempre.

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