martes, 20 de septiembre de 2016

La Aceptación

El fracaso puede ser un gran maestro.  Es más, puede bajarnos del Ego de un plumazo y acercarnos a la profundidad e integridad del Ser.  La melancolía y la tristeza pueden ser el caldo de cultivo de una creatividad desconocida para nosotros.  La decepción y la desilusión pueden volvernos humildes y compasivos y abrirnos nuevas puertas.  No se trata de vivir en el sufrimiento sino de aceptar que nos sucederá en algún momento y que podemos atravesarlo sin huir, sin llenarnos de pastillas, sin enmascararnos, sin desensibilizarnos, sin destruirnos.
La palabra es “aceptación”.  La confundimos con resignación, sometimiento, renunciación o conformismo pero verdaderamente se trata de dejar de luchar y pelearnos con nosotros mismos. 
Como dijo Osho: “En el momento en que te aceptas como eres, te abres, te haces vulnerable, receptivo. En el momento en que te aceptas a ti mismo ya no hay necesidad de un futuro, porque no hay necesidad de mejorar nada. Entonces todo es bueno tal y como es. La vida empieza a adquirir un nuevo color, surge una música nueva con esa experiencia. Aceptarte a ti mismo equivale a empezar a aceptarlo todo. Si te rechazas, prácticamente rechazas el universo, la existencia. Si te aceptas, también aceptas la existencia y lo único que tienes que hacer es disfrutar. No queda ninguna queja, ningún resentimiento; te sientes agradecido. 
Entonces la vida es buena y también la muerte, la alegría es buena y también la tristeza, como lo es estar con la persona amada y estar a solas. Entonces, ocurra lo que ocurra es bueno, porque surge del todo. Pero llevamos siglos enteros condicionados para no aceptarnos a nosotros mismos. El hombre que despierta es el que se libra de la trampa de la sociedad, el que comprende que es un absurdo. No puedes mejorar. Y recuerda que no quiero decir que no se produzcan mejoras, sino que no puedes mejorarte a ti mismo. Cuando dejas de mejorarte a ti mismo, la vida te mejora. Al relajarte, al aceptarte, la vida empieza a acariciarte, a fluir dentro de ti. Acéptate como eres: eso es rezar. Acéptate como eres: eso es gratitud. Relájate en tu ser; así es como Dios quería que fueses. 
No te quería de ninguna otra manera, porque si no, te habría hecho otra persona. Te ha hecho tú y no otra persona. Intentar mejorarte equivale prácticamente a intentar mejorar a Dios, una estupidez que solo te llevará a enloquecer cada día más. No llegarás a ninguna parte y habrás perdido una gran oportunidad. Esto es lo que todo el mundo piensa en el fondo: «No tengo nada.» ¿Qué es lo que no tienes? Pero claro, nadie te ha dicho que tienes toda la belleza de todas las flores, porque el ser humano es la flor más grandiosa de la tierra, el ser más evolucionado. Pero sigues preguntando: «¿Qué tengo yo que ofrecer en el amor?». Debes de haber llevado una vida de autocensura, cargándote de culpa. En realidad, cuando alguien te ama, no te lo puedes creer.
  «¿Cómo? ¿A mí? ¿Que alguien me quiere a mí?». Y surge la idea en tu mente: «Porque no me conoce, es por eso. Si llega a conocerme, si llega a ver cómo soy, no me querrá.» Por eso empiezan los amantes a ocultarse cosas. Se guardan muchas cosas para sí, no revelan sus secretos porque tienen miedo de que, en el momento en que abran su corazón, desaparecerá el amor, porque si no pueden amarse a sí mismos, ¿cómo concebir que los quiera otra persona? Acéptate, ámate, porque eres una creación de Dios. Llevas impresa la firma de Dios, y eres especial, único.”

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