jueves, 26 de abril de 2012

ILUMINA A LOS DEMAS

Había una vez, hace muchos años en una ciudad del Oriente, un hombre que caminaba en la noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.
Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: - ¿Que haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? Si tu no ves...
Entonces, el ciego le responde: - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...
- No solo es importante la luz que me sirve a mi, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella. Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite. Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil. Muchas veces en vez de alumbrar obscurecemos mucho más el camino de los demás.
Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento. Que hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás!

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