Hemos oído decir en demasiadas ocasiones que todas las lecciones
duras de la vida aportan una enseñanza, que de todo se puede aprender, o
que las cosas tienen un sentido y nada pasa porque sí. Quien esté de
acuerdo con cualquiera de estos dichos entenderá con más facilidad lo
que voy a expresar: ya que de todos modos lo aparentemente negativo que
ha sucedido es evidente que ya ha sucedido, y no tiene marcha atrás, es
conveniente ponerse la sonrisa optimista, el ánimo de los domingos, la
sabiduría afinada, y preguntarse ¿por qué?
Esta pregunta tiene o puede tener una respuesta inmediata, pero
también puede demorar su aparición; después puede tener otra u otras
más, tal vez más profundas y más afinadas, porque si nos damos tiempo la
primera respuesta va dejando paso a otras, ya que cada situación puede
tener más de un “porqué”.
La respuesta a “Por qué” busca conocer el origen, la causa o el
motivo de un asunto. La respuesta a “Para qué” nos aporta conocer las
razones por las cuales ocurre, se produce o se hace algo, y la utilidad
de eso que ha sucedido. “Por qué”, satisface la curiosidad. “Para qué”,
nos explica su utilidad.
Después, una vez satisfecha la curiosidad que responde a “Por qué”,
es cuando uno tiene que profundizar más, afinando más la pregunta, y
demandarse “Para qué”, porque en la respuesta que aparezca es donde se
encuentra lo que nos puede aportar de positivo.
Las respuestas siempre están ante nosotros.
Tenemos que desarrollar la habilidad necesaria para aprehenderlas.
Tenemos que estar preparados para ello, para encontrarlas desde el
alma, desde la sabiduría interna, sin obcecarnos en querer encontrarlas a
través del intrincado camino que es la mente a veces.
Es conveniente adquirir más confianza en uno mismo, no dudar de las
propias capacidades –que están dentro incluso de las personas con menos
conocimientos y menos estudios-, y no rendirse ante la grandeza de
algunas preguntas con la excusa de la falta de inteligencia.
En muchas ocasiones la respuesta ya está y no es necesario
elaborarla, y basta con permitir que se manifieste sin ponerle barreras.
Nos ha sucedido algo desagradable, incomprensible, indeseado, duro, doloroso… ¿Por qué?, y sobre todo ¿Para qué?
Ahí encontraremos la forma de encontrar lo positivo en lo que ha sido negativo. Reflexionando. Sintiendo. Aprehendiendo.
Si nos quedamos en la rabieta, en la incomprensión, en la negación y
el rechazo, en el berrinche infantil, en la inútil queja, anclados a la
situación y sin querer ver más allá de lo aparente, nos estaremos
quedando estancados en lo negativo sin encontrar un ápice de la
positividad que contiene, y sin aprender la lección, lo cual nos condena
a tener que volver a vivirla –posiblemente la próxima vez incluso sea
más dura- hasta aprender a encontrar lo positivo en lo negativo.
En el Proceso de Desarrollo Personal no creo en el sufrimiento
gratuito. No me imagino un Creador tan injusto que nos haga sufrir sin
algún motivo justificado aunque para nosotros sea desconocido.
Cuando uno sufre y no sabe el motivo es cuando tiene que elegir entre dos opciones:
A - echar mano de su Fe, confiar en que todo tiene un sentido y aguantar.
B - ponerse a la tarea de hacer todo un Proceso de Desarrollo
Personal, implicarse, conocerse, preguntarse y responderse, buscarse…
La opción B, añadiendo al mismo tiempo la opción A, parece lo más adecuado.
Pero, como siempre, tú decides.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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