miércoles, 23 de marzo de 2016

JESÚS LUEGO DE SU ILUMINACIÓN EN EL DESIERTO.



 (fragmento de la primera parte de la segúnda carta de Jesús)

Cuando abandoné el desierto y puse pie en el camino que llevaba hacia mi pueblo de Nazaret, todavía me regocijaba del conocimiento tan gloriosamente revelado en el desierto... Fijé mis pensamientos completamente en todo lo que había aprendido, y si mis pensamientos se extraviaban en mis formas negativas de pensar anteriores, rápidamente volvía al ‘Padre’, para conseguir inspiración y determinación para superarlos... De este modo, volví, constantemente, hacia la Luz de la consciencia y de la comprensión...

Algunas personas me miraron con desconfianza, viendo mi alegría y también mi aspecto sucio y descuidado... ¿Estaba borracho? se preguntaron... ¡Otros me miraron aborreciéndome!... En lugar de reaccionar con enfado, como en el pasado... me acordaba que había sido bendecido con visiones y Conocimiento, que ellos no podían ni siquiera imaginar... Les bendije, y pedí que su visión interior se
abriera de manera similar... y continué mi camino en paz hacia mi casa...

Sin embargo, había aldeanos que vieron mi lamentable aspecto con compasión, y fueron de prisa a sus casas para traerme pan e incluso vino, para ayudarme a seguir mi camino... Siempre había alguien que me ofrecía refugio por la noche... El ‘Padre Vida’ de veras alivió todas mis necesidades, y me dio protección en el momento oportuno...

En todo este tiempo, no dije ni una palabra acerca de mis semanas en el desierto... Sentía que todavía no era el momento... Por fin, llegué a mi pueblo, Nazaret, y los aldeanos se mofaron abiertamente, señalando mi aspecto asqueroso y mi ropa hecha jirones... ‘¡Sucio holgazán!’... fueron algunas de las palabras más amables que me lanzaron...

¡Llegué a la puerta de mi madre con un sentimiento de pavor!... puesto que sabía que estaría más escandalizada que sus vecinos, al verme delante de ella: delgado, los huesos traspasando la piel, los ojos hundidos y huecos en las mejillas, la cara quemada, negra, y los labios con ampollas por el sol, las barbas largas y en desorden... ¡La ropa!... Se pondría furiosa al ver mi ropa - su color original totalmente irreconocible por el polvo del desierto, y la tela rota y rasgada...

Subí los escalones y me preparé para aguantar la cólera de mi madre. Cuando llamé, vino a la puerta mi hermana. Me miró boquiabierta, asustada y con los ojos muy abiertos... luego cerró la puerta en mi cara de golpe... La oí ir corriendo hacia la parte de atrás de la casa, gritando:- ¡Madre, ven de prisa, hay un hombre viejo y sucio en la puerta!... Escuché a mi madre refunfuñando al venir a la puerta... ¡Abrió la puerta de golpe... se quedó inmovilizada!... Sonreí tan sólo por un momento... me miró de arriba abajo, horrorizada al darse cuenta que este hombre de horrible aspecto era, de veras, su hijo rebelde, Jesús..

Le ofrecí la mano, diciendo: Sé que te causo mucha pena, pero ¿puedes ayudarme?... Enseguida, le cambió la expresión y jalándome hacia adentro, cerró bien la puerta...- ¡De prisa, - dijo a mi hermana asustada: Deja ese ruido y pon agua a hervir... Tu hermano está muerto de hambre... No importa en qué lío se ha metido, nos pertenece... Hay que cuidarlo!...

Despacio me ayudó a quitarme la ropa... me inclinó sobre un gran recipiente de agua y me restregó hasta dejarme limpio... Me lavó y recortó el pelo y la barba, y suavemente cubrió las llagas en el cuerpo y labios con ungüento... ¡Ninguno de los dos rompimos el silencio!... ¡Saboreé el amor que me mostró, e intenté mostrar mi gratitud, con una actitud más suave, más sensible... Después de ponerme una túnica limpia, me hizo sentar a tomar unos alimentos frugales... leche, pan y miel... A disgusto, me dio vino para recobrar fuerzas, pero estaba claro que pensaba que era el vino la causa de mi terrible apuro... Luego me dirigió hacia una cama y me cubrió... Dormí durante varias horas, y me desperté refrescado a una mañana clara de sol que se veía por la ventana...

Deseaba hablar con mi madre, para contarle que yo era de verdad un Mesías... pero no de la clase que imaginaban los judíos... Podía salvar a la gente de los malos resultados de sus ‘pecados’... Podía ayudarles a encontrar la salud, abundancia, la satisfacción de sus necesidades... porque podía enseñarles exactamente cómo había sido creado el mundo...

Conforme se lo iba explicando, empezó por estar ilusionada y encantada... Se puso en pie de un salto, y quiso salir a toda prisa para contar a los vecinos que su hijo era realmente el Mesías – ¡deberían escuchar de qué manera hablaba... y había ayunado en el desierto!... Pero impedí que lo hiciera... Le dije que todavía no le había contado lo que me había sido revelado... 

Una de las cosas más importantes que había aprendido, era que los Judíos Ortodoxos estaban completamente equivocados en su creencia en un ‘dios’ vengativo... ¡No había tal cosa!... Esto le asustó, le disgustó y exclamó: Entonces.. ¿Cómo gobernará el mundo Jehová para hacernos buenos y que escuchemos a los profetas, si él no nos castiga?... ¿Ya eres tan importante, que puedes enseñarles a los Sumos Sacerdotes, cómo llevar sus propios asuntos, transmitidos desde los tiempos de Moisés?... ¿Vas a traer más vergüenza a esta casa?...

Se puso a llorar, diciendo enojada: ¡No has cambiado en nada, solamente ha cambiado lo que dices... No me has traído más que pena!... ¿Cómo pude haberme creído que eras el Mesías?... Solo llevarás a nuestro pueblo, hacia mayores tormentos que nunca, con tus extrañas ideas... Mis hermanos oyeron sus lamentos y vinieron corriendo, querían echarme de la casa... Ofrecí marcharme pacíficamente... Porque no quería más alborotos...

Si mi madre reaccionó así, podía estar seguro de que todos los demás reaccionarían del mismo modo a lo que les quería contar... Comprendí que necesitaba tranquilidad, descanso absoluto, y silencio para poner en orden mis pensamientos y experiencias... Tendría que rezar, pidiendo orientación inspirada para saber cómo acercarme a los judíos con mi mensaje de ‘Buenas Nuevas’... Estaba seguro de que el ‘Padre–Vida’ satisfacería mi necesidad, y encontraría el alojamiento conveniente en alguna parte... 

Mi madre, aunque estaba furiosa con mis ideas aparentemente engreídas, estaba sin embargo, atormentada por sus sentimientos de amor y compasión por mi estado demacrado... Rechazaba todo lo que aparentemente representaba – la rebeldía.. el desprecio por la Religión Judaica... actitudes engreídas ante la autoridad... mi obstinación y arrogancia... pero todavía me amaba, y estaba profundamente preocupada, porque al final iba a acabar en conflictos tan grandes como jamás había pensado posible...

Ella reprendió a mis hermanos, diciéndoles que parasen sus discusiones ruidosas y volvió hacia mí: 
- Puedes quedarte aquí hasta que estés mejor, dijo...
- Quizás mientras estés aquí, te pueda convencer con sensatez... Te puedo decir ahora, que si sales a las calles hablando como lo has hecho conmigo, acabarás en peor estado que nunca... La gente buena te escupirá y te arrojará su basura podrida... Eres una desgracia para la familia... De modo que, a pesar de su enfado, me reí... le di las gracias y le di un beso cariñoso... Contento, me quedé con ella, sabiendo muy bien que bajo su enfado, estaba profundamente preocupada por mí... Me alimentó bien y me hizo buena ropa nueva... Agradecí todo lo que hacía para mejorar mi aspecto, porque sabía que para moverme libremente entre los ricos y los pobres, debería estar adecuadamente vestido con atuendo decente...

A veces había escasez de comida en casa. Recurriendo al poder de mi ‘Padre’, la repuse sin decir nada... Tampoco ella dijo nada... Yo sabía que se preguntaba con tristeza si, añadido a mis demás malos hábitos, ahora era ladrón... Luego me sorprendió con un pan recién horneado en las manos, y sabía que no había estado afuera para comprarlo y tampoco había sido usado el horno aquel día...

No me dijo nada, pero me echó una mirada reflexiva... Veía cambiar su actitud en ese momento... Ya no estaba segura de su terreno... Empezaba a cuestionar sus propias actitudes hacia mí, y también la verdad de lo que yo afirmaba: ¿Qué le ocurrió realmente ahí en el desierto?... ¿Cómo podría hacer un pan sin fuego, harina y levadura?...¿Qué significa?... ¿Es el Mesías?...
Luego mi hermano se cortó la mano... Tenía mucho dolor cuando se infectó... Me dejó imponer las manos sobre la herida y rezar tranquilamente... Veía que sentía, que el ‘Poder’ fluía dentro de su mano, porque me miró extrañado...- Se ha ido el dolor - dijo brevemente... Estaba malhumorado al irse, y yo sabía que aunque sentía alivio del dolor, no le gustó que pudiera ayudarle. Sentí sus celos...

Mi hermana se escaldó la mano y otro hermano se quejó frecuentemente de fuertes dolores de cabeza... Fui capaz de curar a los dos... Mis hermanos empezaron a bromear acerca de mis ‘poderes mágicos’... Se preguntaron qué ‘mal’ les podría hacer si me hicieran enfadar... La tensión en casa se hizo más profunda, para mi madre que anhelaba paz en el hogar... Pero vio cambios en mi comportamiento y estuvo más reconfortada... 

Yo era más tranquilo... visiblemente controlé posibles arrebatos... puse riendas a mis energías, contuve la impaciencia, ya no discutía... Me volví más atento con ella, escuché sus quejas de mujer, le ayudé en casa arreglando los muebles rotos... Anduve por las colinas hasta granjas lejanas, en busca de fruta y vegetales que necesitaba... Llegué a quererla con ternura y con compasión, como una madre debe ser amada... Un día se atrevió a preguntarme:

- ¿Todavía crees que Jehová es un mito?... Job dijo que si Jehová retirara su aliento, toda carne vendría abajo... Ése es el ‘Jehová’ en quien creo y a quien vi... - ¡Nadie ha visto a Jehová! - dijo con firmeza... Yo vi a AQUEL que hizo que todas las cosas tuviesen el ser, respondí con calma... LO llamo el ‘Padre’ porque es el AMOR PERFECTO, un AMOR más perfecto que el de una madre - agregué sonriéndole... ELLO obra dentro, a través de y para toda SU creación... Es el ‘Padre’ en mí, quien te ha traído las cosas que necesitabas en casa y quien sanó a mis hermanos y hermanas tan rápidamente...

Veía que empezaba a comprender un poco lo que decía...- ¿Qué hay del pecado? - preguntó... No hay ‘pecado’ como nosotros lo entendemos... Nacemos para comportarnos como lo hacemos... Tenemos que buscar una manera de superar nuestros pensamientos y sentimientos humanos, porque nos separan de la protección del ‘Padre’ y nos traen nuestras enfermedades y la miseria... Cuando hayamos aprendido cómo superar el ‘yo’ entraremos en el Reino del Cielo...

Mi madre se volvió, silenciosamente, claramente reflexionando sobre lo que le había dicho, pero ya no estaba enfadada... Yo sabía que estaba meditando sobre mis afirmaciones, y me di cuenta que estaba poniendo al revés su seguro y bien conocido mundo... Sin su creencia en un Jehová, amenazando con venganza extrema si el hombre fuese indisciplinado, se sentiría perdida e insegura... Se preguntaría, cómo el mundo se las arreglaría si se dejara enteramente que los hombres controlaran sus propias maldades y las de los demás... Incluso los reyes y los gobernantes eran malvados en sus acciones... Sin Jehová para reinar y castigar a los pecadores, dónde iríamos a parar...

Mientras reponía fuerzas, estudié las Escrituras con diligencia para poder encontrarme con confianza con los Fariseos y Escribas... También era absolutamente necesario, que supiese lo que se había escrito del Mesías... porque estaba convencido, que era ‘yo’ de quien los profetas habían escrito... De veras podría rescatar – salvar – a la gente de la miseria, la enfermedad y la pobreza... incluso conseguir que recobrasen la salud y la prosperidad, enseñándoles la verdad respecto al Reino del Cielo y la Realidad del ‘Padre’...

Cuando me sentí lo suficientemente preparado para salir a enseñar y sanar... para complacer a mi madre, consentí marcharme un sábado a la sinagoga de Nazaret, y hablar con la congregación... Como era la costumbre, me puse en pie y me dieron para leer a Isaías... Escogí el texto que profetiza sobre la venida del Mesías, que libertaría a los judíos de todo tipo de esclavitud...

“El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido
para dar la buena noticia a los pobres.
Me ha enviado para proclamar la amnistía 
a los cautivos
y para recobrar la vista a los ciegos.
Para dejar en libertad a los oprimidos,
para proclamar el año de gracia del Señor”

Luego me senté diciendo: Hoy, habéis visto esta profecía cumplida en mí... Esto produjo conmoción y los hombres me miraron atónitos, pero yo seguía hablando, sabiendo que mi ‘Padre’ me diría qué decir... Vinieron las palabras sin vacilación... Hablé de mi experiencia en el desierto... y narré mi visión del niño que crecía hasta ser hombre, todo el tiempo, sin saberlo, envolviéndose en correas y cadenas mentales, y así se iba quedando ciego y encarcelándose en una oscuridad interior, apartándose de Dios...

Expliqué que al hacer eso, se exponía a la opresión de conquistadores, a la esclavitud, a la pobreza y a la enfermedad...- Puesto que Dios es LUZ – dije. - Y la LUZ es la sustancia de todas las cosas visibles... Y la LUZ es el AMOR que hace todas las cosas para que las disfrute el hombre... Todas las bendiciones de abundancia y salud, estaban disponibles gratuitamente para el que amara a Dios con la mente, el corazón y el alma y que viviera estrictamente según las leyes de Dios...

Cuando terminé, hubo un gran silencio en la sinagoga. Sentía que la congregación había experimentado algo extraño y poderoso, que les había elevado a un plano más alto de pensamiento y no quise que nada interrumpiera la tranquilidad trascendente de aquel momento... Luego empezaron a murmurar entre ellos. Se preguntaron quién era... Algunos estaban convencidos de que era Jesús, la persona cuya familia se conocía bien en la aldea, pero otros no lo podían aceptar, puesto que había hablado con autoridad...

Desgraciadamente, sentí despertar mis antiguas reacciones hacia estos hombres religiosos... Sabía que me habían despreciado antes, de modo que esperaba su rechazo... Mis viejas actitudes de desafío volvieron, y se pusieron furiosos conmigo... Por mis propias reacciones humanas, invité al desastre... Y casi lo conseguí...

Los más jóvenes, alentados por los mayores, corrieron hacia mí y me arrastraron hasta lo alto del acantilado para arrojarme a la muerte, pero recé a mi ‘Padre’ para que me salvara... De repente, parecían tan alterados que apenas sabían qué hacían, y se volvieron unos contra los otros, y pude escabullirme y escapar... Fue extraño... Parecía que no se daban cuenta de que me iba... Muy sacudido por la experiencia, logré enviar un mensaje a mi madre, diciéndole que me marchaba de Nazaret enseguida, y bajaba a Cafarnaún, una ciudad señorial junto al mar de Galilea...

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