Las
13 oportunidades que cada uno de nosotros deberíamos darnos por lo
menos una vez en la vida, desde la inocencia, desde el descubrir por
primera vez qué se siente, como un regalo. Aquí las tienes.
1.
La oportunidad de amar desde lo más íntimo de tus entrañas con plena
conciencia del sentimiento que está a punto de hacer explotar tu
corazón. ¿Has sentido esa sensación de efervescencia que te ilumina por
dentro y que te lleva a vivir una experiencia de orgasmo espiritual
permanente? Es similar a una sonrisa perpetua que es capaz de fulminar
de un plumazo toda sensación de inseguridad, melancolía, preocupación.
Un éxtasis de gozo que te sale por los poros de la piel cuando pareces
expandir tu corazón a través de cada uno de ellos. Cuando consigues
convertir tu corazón en el capitán indiscutible de tu vida. Cuando
descubres que ése es el verdadero secreto por el cual estás vivo.
2. La oportunidad de perdonar más allá del daño que se te ha ocasionado
de una u otra manera y soltar la horrorosa carga de lástima, dolor y
frustración que sentimos por nosotros mismos. Soltar también todo el
cúmulo de violencia, culpa y tensión que albergamos hacia aquello que
nos ha herido. Dejar de identificarte con la carga del dolor habiendo
realizado un ejercicio real de compasión que te permita transformar ese
dolor en un aprendizaje esencial de tu vida como una parte necesaria de
tu camino. Perdonar más allá de los límites del ego, comprendiendo la
magnitud de las experiencias vividas con una visión de verdadera
objetividad.
3
. La oportunidad de llorar. Por lo que sea. Llora con rabia, con
intensidad, por aquello que sea injusto, por lo que te dé una pena
espantosa, por aquello por lo que te sientas impotente. Llora y no
reprimas; descárgate de toda sensación que te ahogue, que te asfixie,
que te pudra por dentro. Llora y alivia tu alma, tu interior, tu mente
de lo que has ido almacenando a lo largo de tu vida. Llora y permite
descansar a tu interior antes de que te rompas en un millón de añicos.
4. La oportunidad de expresarte con total honestidad, con una
sinceridad tan especial, que seas capaz de cautivar mostrando tu
voluntad por mostrarte tal y como eres. Porque no tienes nada que
esconder; porque eres natural; porque que seas como eres es una cuestión
personal y no le atañe a nadie más que a ti mismo. Porque es la manera
que tienes de relacionarte contigo mismo y tienes un absoluto respeto
por tu naturaleza, por lo que sientes, por lo que piensas, por quien
eres.
5.
La oportunidad de bailar como nunca, como si nadie te viese, como si
nada ni nadie pudiese pararte. Muévete rítmicamente o disfruta
enloqueciendo sin ningún tipo de control, como si fuese la última vez
que pudieses disfrutar de tus pies, de tus piernas de tus caderas.
Siente cómo te fusionas con la fuerza, el ritmo, la vibración, el tono,
el sonido de la música, cómo todo tu cuerpo siente el chispazo del ritmo
y responde al estímulo de manera precisa; cómo haces el amor con la
música. Y hablando de hacer el amor…. la sexta oportunidad.
6.
La oportunidad de hacer el amor como si fueses uno con tu pareja. Ese
instante en el que cuerpos y almas son uno y se genera una magia
indescriptible sólo perceptible en la atmósfera de perfecta intimidad
donde os halláis. Un momento de fusión que transforma el mundo por
momentos, que permite que todo cobre un sentido diferente para el ser
humano. Una sensación de trascendencia, de plenitud, de éxtasis
existencial. Una sensación que, en realidad, es indescriptible.
7.
La oportunidad de reír hasta hacer de la carcajada un fiel compañero de
viaje en esos momentos de verdadera conexión contigo mismo. Tener la
habilidad de romper la cadena del drama, los pensamientos recurrentes de
autosabotaje generando un instante de genialidad que te lleva a diluir
los problemas de manera espontánea. Reír hasta llorar, reír hasta que ya
no puedas más, reír hasta sentir que todo tu cuerpo se estremece y se
relaja soltando toda la tensión acumulada a lo largo de tu vida.
8. La oportunidad de darte las gracias en cada una de las dimensiones
de tu Ser, sobretodo a tu cuerpo físico. ¿Alguna vez le has dado las
gracias a tus pies, a tus tobillos, a tus rodillas y tus caderas y toda
su musculatura por permitirte que puedas desplazarte hacia donde tú
quieres? ¿Alguna vez le has dado gracias a tu espalda por mantenerte
recto y firme en tu vida? ¿Alguna vez has agradecido a cada uno de tus
órganos vitales la función que realizan y que te han permitido
mantenerte vivo hasta el día de hoy? Ya que ellos tienen el detalle de
funcionar por sí mismos cada día para ti, qué menos que tenerles en
consideración y mimarlos un poquito.
9.
La oportunidad de disfrutar de cada viaje intensamente, empapándote de
los mejores recuerdos y grabando a fuego en tu memoria todo lo que
vives. Todo ello es crecimiento, es experiencia, es un regalo que la
vida te ofrece y que debes aprovechar para sentir que realmente has
vivido cada viaje como una parte esencial de ti mismo.
10.
La oportunidad de ayudar a la persona que lo necesita de verdad. Echar
una mano, facilitarle una posibilidad de crecimiento, de cambio. Tener
un pequeño detalle, un guiño para que la persona pueda sentirse un poco
aliviada y acompañada y entendida en sus procesos de vida,
independientemente de lo que esté viviendo. Conectar con ese proceso tan
humano, tan esencial, que es lo que precisamente te recuerda el humano
que eres.
11. La oportunidad de observar más allá de lo visible, más allá de las apariencias. Atreverse a ver un poco más profundo de lo
que habitualmente sueles mirar. Quizá descubras que lo que pensabas que
habías superado todavía no se ha disuelto. Quizá vuelvas a sintonizar
con el amor o el respeto que le profesas a una persona aunque os hayáis
mantenido en la distancia durante algunos años y no os habléis. Quizá,
en algún rinconcito de ti mismo, puedas darte la oportunidad de pensar
en que aquello que sucedió no fue nada personal y simplemente se tuvo
que dar de aquella manera para que hoy seas quien eres.
12.
La oportunidad de soñar con lo imposible más allá de juzgarte por ello.
Recuperar la capacidad de fascinarte, de sorprenderte, de recuperar la
ilusión por las pequeñas y grandes cosas. De percibir una nueva realidad
alternativa al leer un libro, al sentir un nuevo personaje y su
historia y emocionarte con ello. Huir del conformismo, de la rutina
existencial que te apaga cada día. Permanecer en un estado de asombro
ante lo nuevo y dejarse hechizar por lo que despierta esa admiración,
esa caricia al alma.
13.
La oportunidad de volver a ser un niño inocente que juega, que se
entretiene con cualquier cosa que le hace gracia; un niño que lo único
que quiere es que papá y mamá le cuiden, le hagan caso, le traten con
amor, que le protejan. Tener de nuevo la experiencia de sentir que no
tienes ningún frente que atender en tu vida y que tu universo se reduce a
lo que disfrutas en el eterno presente en el que vives. Es curioso
observar cómo al fin y al cabo, éste último es el verdadero secreto de
la felicidad: no perder nunca la conexión con nuestro yo más puro, más
sagrado. La conexión con esa parte de ti que no es mental sino que es
natural.
Texto: Fernando Ángel Coronado
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