Estar alertas al sentimiento de superioridad frente a los demás. Es la mayor pista de que nos encontramos ante una trampa del ego.
Si piensas que es más “espiritual” ir en bici al trabajo o usar transporte público, pero luego te descubres juzgando a cualquiera que maneje un auto, estás en una trampa del ego.
Si piensas que es más “espiritual” dejar de ver televisión porque te pudre el cerebro, pero luego te descubres juzgando a quienes todavía la ven, estás en una trampa del ego.
Si piensas que es más “espiritual” evitar lecturas de chismes, periódicos o noticieros, pero luego te descubres juzgando a quienes leen esos contenidos, estás en una trampa del ego.
Si piensas que es más “espiritual” escuchar música clásica o disfrutar los sonidos de la naturaleza, pero luego te descubres juzgando a quienes escuchan música pop, corridos, reggaetón, metal y rancheras, estás en una trampa del ego.
Si piensas que es más “espiritual” hacer yoga, volverte vegano, comprar orgánico, comprar cristales sanadores, practicar Reiki, meditar, vestir ropa hippi y natural y ecológica, visitar ashrams y leer libros de iluminación espiritual, asistir a mil y un cursos de terapias y sanaciones y amor y hablas de guerreros de luz y de amor, pero luego juzgas a cualquiera que no haga o crea en esas cosas, estás en una trampa del ego.
Estemos siempre alertas del sentimiento de superioridad. La superioridad santurrona y creída es la mayor pista de que estamos en una trampa del ego. El ego ama escabullirse por la puerta trasera. Tomará una idea noble, como empezar yoga y luego torcerla para sus propios fines al hacernos sentir superiores a otros; empezaremos a mirar a aquellos que no siguen nuestros “correctos” caminos espirituales. La superioridad, el juicio y la condena, eso es la trampa del ego.
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