Nuestros problemas de pareja, de dinero y con nuestros propios hijos, entre otros… derivan de la relación que se tienen con los padres, al estar en conflictos con ellos impedimos el libre fluir del amor. Si bien es cierto que nuestra infancia dista mucho de ser el sueño dorado de cualquier niño,
nuestros padres hicieron lo mejor que sabían hacer… es muy complicado educar a un niño, sobre todo cuando se está sujeto a los recuerdos de una propia infancia que tampoco fue nada idílica.
En constelaciones familiares se habla constantemente de que “honrar a los padres” es la solución a la mayoría de nuestros problemas. Debido a que gracias a que un hombre y una mujer pese a cualquier circunstancia consumaron un “acto de amor” permitieron que la vida fluyera para nuestra creación, ya nada más ese acto es un milagro digno de agradecer, mostrar respeto por él. Admirar que nuestra madre transformó su cuerpo e inclusive coloco en peligro su propia vida al llevarnos en su vientre durante el tiempo de gestación. Ya nada más ese acto requiere un profundo agradecimiento y amor.
El vínculo inicial que cada uno de nosotros tiene… es con sus padres, si este vínculo está roto, es muy difícil poder establecer cualquiera de los otros vínculos en nuestra vida. Al recibir de ellos el don más grande “la vida”, sólo podemos tomar de ellos y la mejor manera de honrar dicho don es honrando a quienes nos los han dado. Al darles la vida a los hijos, los padres no les dan nada que a ellos les pertenezca. Junto con la vida los padres se dan a sus hijos, tal y como son, sin añadir ni restar nada, no se reservan nada. En consecuencia los hijos al recibir la vida no pueden ni añadir, ni suprimir, ni rechazar nada debido a que ellos son en su totalidad sus padres.
Este tomar es un acto de humildad, que significa asentir a la vida y al destino como se lo dieron sus padres, con los límites, las bendiciones y las implicaciones que conlleven implícitos derivadas de la familia de donde provienen.
El honrar a los padres se puede experimentar visualizando que nos inclinamos ante ellos, con los brazos hacia adelante con las palmas abiertas hacia arriba, con la frente el piso y diciendo “Les doy la honra…gracias por darme la vida… de Uds. lo tomo todo al precio que a Uds. les costó… Uds. son los grandes y yo el pequeño”. Sólo este acto interior ya nos coloca en sintonía con la vida y con el amor.
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