El sexto Principio metafísico es uno de los más
difundidos y dice textualmente: "Toda causa tiene
su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo
con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le
da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad pero
nada escapa a la Ley"
Absolutamente todo lo que estamos viviendo en el presente ha sido
generado en algún momento, lo hemos creado ya sea consciente
o inconscientemente en esta o en otra vida. Cuando decimos que
algo nos sucede "por casualidad", sólo estamos
refiriéndonos a una ley que desconocemos, pero en realidad
era un evento que nos tocaba vivir porque lo habíamos generado
de alguna manera.
Es agradable pensar que todo lo bueno que nos ocurre es el producto
de nuestras buenas acciones; pero por el contrario, nos cuesta
aceptar que las situaciones negativas que se nos presentan también
las hemos creado. Se nos hace difícil llegar a entender
¿por qué y cuándo generamos lo negativo?
Este principio nos da la respuesta al explicarnos que son muchos
los planos de causación; algunos de ellos provienen desde
muy atrás en el tiempo y están dormidos en la memoria,
son eventos que pudieron darse tanto en la infancia como en vidas
anteriores.
Además, genéticamente recibimos la "influencia"
de... nuestros padres, a eso le agregamos la influencia de cuatro
abuelos y, si seguimos, vemos que también recibimos la
influencia de ocho bisabuelos. Así, esta cadena continúa
infinitamente. También recibimos las influencias de la
sociedad en la que crecemos, la religión que practicamos,
las instituciones de enseñanza a las que asistimos, los
lugares de trabajo, los clubes, los amigos que nos rodean, y demás.
Estos son sólo algunos ejemplos para indicar que existen
muchos planos de causación y nosotros somos el resultado
de la suma de dichos planos. Llamamos "planos de causación"
a los lugares, personas y eventos que nos han enseñado
un "patrón mental o creencia " que tomamos como
verdaderos.
Cada estudiante de metafísica debe analizar el conjunto
de información que ha recibido a lo largo de su vida; conscientemente
debe seleccionar aquello que desea mantener en su mente y lo que
debe desechar. En este proceso se debe reconocer lo que pensaba...
nuestro padre, nuestra madre, nuestros abuelos, y qué es
lo que elegimos pensar nosotros. También es conveniente
recordar lo que uno acostumbraba pensar tiempo atrás y
lo que elige pensar ahora. Siempre tenemos la libertad de poder
elegir en el presente, que es el único momento que existe.
Recuerda que lo llamamos "libre albedrío" no
es más que la oportunidad que se nos da de elegir nuestros
pensamientos. En esto radica nuestro verdadero poder y es así
como tomamos las riendas de nuestra vida.
En este proceso de selección de pensamientos debemos ser
responsables y evitar en todo momento caer en el papel de víctima.
Para la mayoría, es más fácil culpar a alguien
o a algo por la infelicidad y, por lo tanto, se deja de lado la
posibilidad de "cambiar y crecer". Hay personas que
culpan al gobierno, la situación económica, su pareja,
su familia, sus hijos, jefes, y además, algunos llegan
a culpar al clima (humedad, calor, frío) por su insatisfacción.
Tal como aprendimos al estudiar el Principio de Correspondencia,
debemos recordar que "todo lo que ocurre por fuera está
reflejando nuestro estado interno". Cuando algo externo nos
produce insatisfacción o dolor, eso sólo nos está
recordando que tenemos una herida que sanar; de otra manera, no
nos alteraríamos.
Es muy recomendable investigar el origen de las situaciones presentes.
Si estás viviendo un momento de soledad, no se debe a que
tienes "mala suerte" y no encuentras a nadie adecuado
para tí. Esa soledad tiene un significado en tu vida; es
una lección que debes aprender. La manera más rápida
de encontrar respuestas a los conflictos que vivimos es formulando
la pregunta a nuestro Yo Superior o Dios Interno. Esto se debe
hacer preferiblemente en estado de meditación. Las respuestas
que uno recibe siempre son claras y concretas; por lo general,
se resumen en pocas palabras o en una sensación.
Si tienes la costumbre de rezar u orar frecuentemente, recuerda
que eso es sólo una parte de tu diálogo con Dios.
Cuando estás rezando es como si le estuvieras hablando
a Dios. Pero cuando estás meditando... estás escuchando
Su respuesta. Si sólo rezas, estás produciendo un
monólogo en el cual no estás escuchando a la otra
parte. Esta es la razón por la cual mucha gente religiosa
se desconcierta y se queja de que Dios "no contesta sus pedidos".
Es imposible que eso ocurra. Dios siempre contesta y en forma
inmediata. La solución es permanecer en silencio unos minutos
después de rezar, y prestar atención a lo que recibimos
internamente. ¿Cómo sabrás cuándo
es Dios quien contesta tus inquietudes y no tu propio ego? Hay
una clave para reconocerlo: las respuestas de Dios son siempre
una forma de paz y armonía para todos los concernidos.
Las aparentes injusticias que vemos en la vida diaria encuentran
su fundamento en este principio. A lo largo de numerosas vidas
anteriores hemos ido generando causas, que determinan nuestra
situación presente. Hay personas que han hecho mucho bien
en el pasado y ahora les toca vivir su recompensa. A estas personas
las percibimos como "afortunadas". Por otra parte, hay
otros que han cometido muchos errores, han quebrado ciertas leyes
universales y ahora se encuentran atrapados en problemas y dificultades.
Por eso es que nace gente pobre, enferma o con "mala suerte",
mientras que otros nacen saludables, en un hogar confortable y
con buenas oportunidades. Sin embargo, sin importar ¿cuál
es la apariencia o situación que nos toca vivir?, todos
venimos al planeta con la única función de sanarnos
a nosotros mismos. Por tal motivo, los problemas desaparecen cuando
terminamos de aprender nuestra lección. Así vemos
que todo lo malo que vivimos no es más que la oportunidad
de abrir nuestra Conciencia a un conocimiento nuevo.
Se llama "karma" a la deuda que tenemos con nuestro
destino y "dharma" a la recompensa que recibimos por
nuestras buenas obras del pasado. Por ejemplo, una persona puede
estar atravesando una crisis y, en el momento menos esperado,
aparece alguien que la ayuda desinteresadamente. Ese "alguien"
quizá sea una persona a la cual ha beneficiado antes. Todo
el bien que hacemos a los demás vuelve en algún
momento a nosotros multiplicado. Ocurre lo mismo con todo lo malo.
Si alguna vez hemos perjudicado a alguien, tarde o temprano alguien
nos va a perjudicar. Esto es lo que la Biblia explica como la
"Ley del Tallón", que dice textualmente:
"Ojo por ojo, diente por diente". Esta ley
ha sido mal interpretada y muchos la entienden como la ley de
la venganza; sin embargo, lo que afirma no es más que la
ley de causa y efecto: si le quitas un ojo a alguien, te tocará
perder un ojo tuyo, ni uno más ni uno menos.
El karma y el dharma pueden entenderse como actividades en dos
bancos diferentes. Al primero le debemos dinero y nos perseguirá
hasta que le paguemos. Por el contrario, el segundo nos paga intereses
por lo que hemos depositado. Estos bancos no tienen conexión
entre sí; es decir que por más buenas obras que
hagamos en el presente, igual tendremos que saldar nuestras deudas
con el destino.
La cadena del karma puede llegar a ser eterna: una persona quizá
sea víctima de alguien en una vida y luego se vuelva vengadora
en la siguiente, para luego volver a ser la víctima y así
sucesivamente... La cadena se corta cuando una de las partes involucradas
decide perdonar. El karma se disuelve por completo gracias a la
práctica del perdón.
Perdonar no es tan fácil como uno cree. Muchas personas
que dicen haber perdonado sólo hacen un juego intelectual;
cuando vuelven a tener otro problema con la persona "perdonada",
el resentimiento y los reproches aparecen instantáneamente.
Esto es lo que conocemos como "perdono pero no olvido",
lo que sólo nos indica que el perdón no ha tenido
lugar aún. El verdadero perdón otorga paz.
Básicamente, hay dos maneras de cortar el karma. Para entender
cómo funcionan estas dos maneras, vamos a imaginarnos una
relación entre un hombre y una mujer en la cual el primero
ha perjudicado a la segunda. En esta vida, ella sentirá
un gran deseo de vengarse y perjudicarlo pero como se ha elevado
espiritualmente y conoce la Ley de Causa y Efecto elige perdonarlo
y NO responde al impulso negativo. El karma ha sido interrumpido
gracias a su decisión de perdonar.
Imaginemos ahora el mismo caso pero, en esa oportunidad, con la
diferencia que la mujer no está tan iluminada y elige perjudicar
al hombre. Es ahora él quien acepta la responsabilidad
de lo que le ocurre porque conoce la Ley e Causa y Efecto, y entonces
elige perdonarla. El Karma ha sido interrumpido nuevamente.
En pocas palabras, sólo hace falta que una de las partes
involucradas tenga la buena voluntad de elegir el perdón
como solución al conflicto.
La mayoría de las personas que no perdonan actúan
así porque sienten que alguien tiene que pagar por lo que
les ha sucedido; existe en ellas una sed de justicia que, en apariencia,
no se da en este plano.
Cada estudiante de metafísica debe saber que la Justicia
Divina opera a través de la Ley de Causa y Efecto. En consecuencia,
debemos aprender a ser conscientes de nuestros actos. Cada pensamiento
o acción que iniciamos es una causa que, indefectiblemente,
tendrá su efecto. Si peleamos y discutimos con la gente
a nuestro alrededor (causa), el resultado será un gran
conflicto (efecto). Sin embargo, si hacemos favores y ayudamos
a otros (causa), también recibiremos lo mismo en algún
momento (efecto) aunque quizá los favores nunca provengan
de las personas a quienes hemos ayudado. Por eso es que todas
las religiones del mundo enseñan a hacer el bien. La única
manera de vivir bien es generando buenas acciones.
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