martes, 26 de agosto de 2014

LA VIDA DEBE SER FELICIDAD

Todas las grandes verdades empiezan siendo blasfemias.
Es una frase célebre de George Bernard Shaw, que tenía mucha razón. Su observación nos explica por qué deben introducirse con tanta delicadeza tantas grandes verdades, en voz baja y quitando importancia a las verdades mismas.
Pero llega un momento en que ya no se les puede quitar importancia.
Salen a flote a la superficie de la vida y surgen con todo su esplendor. Son momentos muy trascendentes para la humanidad, pues nuestra especie evoluciona a medida que surgen estas grandes verdades.
Veamos, por ejemplo, la idea de que podemos ser más felices que Dios.
iQué idea! iQué concepto!. iEs revolucionario! Por eso se ha estado resistiendo a él mucha gente. Han pasado años enteros resistiéndose a él, negándolo, hasta tachándolo de «malo».
Sí; la gente (y, paradójicamente, las religiones mismas) han estado calificando de malo el ser un poco felices siquiera; cuanto más el ser más felices que Dios. (Bueno, puede que no hayan calificado de malo el ser felices, pero sí que han tachado de malo hacer la mayoría de las cosas que nos hacen felices.)
Mucha gente cree que la vida debe contener mucho dolor, dolor debe «ofrecerse» a Dios. Debe soportarse en silencio. Así ganamos puntos para el cielo.
Nuestra cultura ha adoptado esta idea de manera tan absoluta, que algunas personas ni siquiera quieren ser felices siempre. Cuando les hablas de que podemos ser «más felices que Dios» se ponen inquietas, incómodas. Te dicen que estás siendo «poco realista». Incluso que puedes estar «en tratos con el diablo».
Te dirán que la vida debe ser infeliz. Que la vida es un juicio. Que es una escuela. Que el que algo quiere, su trabajo le cuesta, y todo eso. Es mucha la gente que cree estas cosas. Cuando les dices que la vida nunca ha debido ser infeliz, que nadie t¡ene por qué ser infeliz jamás, te miran de mala manera. No saben qué opinar de esto. No saben adonde les puede llevar esto, en muchos casos, sí que te dicen adonde te puede llevar a ti...
Sí; esta idea de que puedes ser más feliz que Dios es una blasfemia. Pero es verdad. No es demasiado buena para ser verdad; es demasiado buena para no
ser verdad.
La Buena Nueva es que para llegar al cielo no hace falta pasar por un infierno.
¿Lo has oído? ¡Que lo proclamen desde las azoteas! ¡Que lo digan en los pulpitos y en las cátedras! Que corra la voz desde aquí y desde ahora: La felicidad es tu estado natural de ser; y puedes estar allí constantemente. No es necesario que vuelvas a ser infeliz nunca más.
Esto no quiere decir que no vayas a volver a estar triste nunca más; pero la tristeza y la infelicidad no son una misma cosa. Vamos a estudiar aquí esta cuestión, al analizar con profundidad cómo puedes ser feliz siempre.
¿Soy yo feliz siempre? No. Si dijera que sí lo soy mentiría. ¿Soy feliz durante una proporción del tiempo mayor que nunca? Sí. ¿Empiezo a sentir que lo soy casi siempre? Sí.
Y tú también lo puedes ser. Puedes ser más feliz que Dios.
Esto no tiene nada que ver con el materialismo ni con el egoísmo. De hecho, la fórmula no funciona de ese modo. Es verdad que la fórmula te permite crear todo lo que quieras, cualquier cosa, y ya sé que eso parece materialismo; pero cuando conozcas toda la fórmula, cuando hayas oído toda la Verdad Callada, lo tendrás muy claro.
De manera que vamos a empezar por una verdad elemental, para pasar después a la verdad que está detrás de esa verdad... algo más de esa Verdad Callada.
La verdad elemental ya se te ha comunicado con las cinco primeras palabras de este libro.
La vida debe ser felicidad.
Te vuelvo a preguntar lo que te pregunté entonces: ¿lo crees? Si no lo crees, a tu vida no le quedará más opción que ir transcurriendo de una manera conforme a tu incredulidad. No te sorprenda ser infeliz una proporción del tiempo mayor de la que quisieras. Pero si crees que la vida sí debe ser feliz, lo será.
Puede que ahora estés pensando: ¿De verdad? Entonces, ¿cómo se explica todo el dolor y todo el sufrimiento que hay en el mundo?
La pregunta es justa. Y tendrás una respuesta antes de que hayamos terminado. Pero ahora mismo, de momento, te pido que te centres únicamente en la afirmación de cinco palabras con la que ha comenzado este libro. Veamos si es posible aceptarla, al menos como posibilidad.
Neale Donald Walsch

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