"Mi
abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con
una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos...
necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno,
por ejemplo, vendría del aliento
de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida,
música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que
encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción
intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros,
desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva
explosión a revivirla.
Cada persona tiene
que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto
que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es
lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no
averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos
se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca".
- Laura Esquivel, "Como Agua para Chocolate"
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