La venida de Jesús al mundo constituye el mejor as que nuestro Padre Dios guardaba en su manga y desplegó después que su plan original de amor fue rechazado por el pecado de sus propias criaturas.
Jesús es, sin duda, el centro vital de este formidable plan emergente de salvación para la humanidad que dijo -no- al sueño del Creador.
Por eso, cada Navidad debemos sentir, como sintió Jesús, la urgencia de recuperar ese proyecto de Dios y permitirnos soñar un mundo diferente: sin odios ni violencias, sin miserias y enfermedades, sin abusos y corrupciones.
Sí, podemos soñar, porque la Navidad mueve no sólo muchas economías del planeta sino que de un modo especial y misterioso moviliza los corazones que, en estas fechas, están más propensos a enlazarse y conectarse con las necesidades, angustias y problemas de otros, cercanos o lejanos…
Dejémonos invadir, sin ningún temor, por esa corriente impetuosa de amor, alegría, unión y perdón que nos trae el recuerdo de un Dios Niño, para generar actitudes nuevas y cambios importantes en nuestras vidas y en los demás.
Desprendámonos de los pesos muertos que pueden detenernos: el rencor, la envidia, la comodidad, el egoísmo…
Avancemos al nuevo año con el espíritu renovado, con el afán de lucha y la esperanza a flor de piel para emprender planes personales y sociales de justicia y caridad.
Seamos un aporte certero en la restauración del sueño de felicidad para la cual fuimos creados por nuestro Padre Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario