Un día, un discípulo vio a lo lejos a su maestro dirigirse hacia el
río. Empezó a correr hasta estar lo suficientemente cerca para
llamarle:
- ¡Maestro! ¡Maestro!
Este, al oír que alguien le llamaba se detuvo girando la cabeza para ver quién era. El alumno se le acercó y le dijo:
- Amado maestro, hace días que llevo dándole vueltas a una
situación y querría saber su opinión para encontrar la respuesta.
El sabio le miró bondadosamente y dijo:
- Si lo que esperas de mi es una opinión, no puedo
ayudarte. Las respuestas no se encuentran en lo que piensan los demás,
sino en lo que sientes tú en relación a la situación.
El joven escuchaba atentamente las palabras del venerable. A continuación, éste prosiguió:
- Sólo uno mismo puede encontrar el camino y la respuesta
adecuada a las dudas de su mente. El corazón alberga toda la sabiduría
que uno puede llegar a tener. (Pausa). Escucha a tu corazón, y verás la
luz de tu preocupación.
- Pero maestro, por más que vaya a mi interior no encuentro la luz a mis preguntas.
- Quizás son demasiadas – dijo el anciano. Ves de una en
una. Elige la que para ti es la clave de todas las demás y céntrate en
ella. Siéntela en ti y verás como la penumbra desaparece, sintiendo la
expansión en tu interior y la liberación de tus inquietudes. Las
respuestas se sienten, no se piensan. Las vas a encontrar cuando puedas
sentir el amor en ellas y liberarte de sus influencias.
- …
- Eres un alma libre y no hay nada que te limite. Aquello
que pueda parecerte una duda o algo por aprender, solo es parte de tu
mente, porque tu corazón siente la paz en tu presente y la calidez de la
luz que hay en ti. En ella, sabes que todo llega a su tiempo y que nada
debes de temer o preocuparte.
El discípulo escuchaba atentamente las palabras de su mentor. Cuando éste finalizó, el joven preguntó:
- Así, maestro, nuestro afán por conocer solo es una
intervención de nuestra mente porque lo que debemos de saber ya nos lo
es dado en cada momento. (Pausa). Pero – como interesado en saber más -,
si quiero saber más porque siento que estoy preparado, ¿qué puedo
hacer?
El maestro le respondió:
- Abrir tu corazón, dejar que el silencio te abrace y
sentir la gratitud en ti, bendiciendo tu presente con todo lo que ya se
te ofrece, para que tu alma pueda dejar espacio para lo nuevo. Deja que
el amor te guíe, y que él dirija tus pasos, tus pensamientos y que tu
presencia sea lo que tu corazón sienta.
Después de unos segundos de silencio, el discípulo expresó:
- Ahora lo entiendo amado maestro. Solo debo ser yo y el camino me llevará a la Luz.
El maestro hizo una sonrisa y un gesto de confirmación de sus
palabras. Se dispuso a proseguir su camino cuando el joven le dijo:
- Gracias maestro. Sus palabras dieron respuesta a mi pregunta. ¿Quiere saber cuál era?
El sabio le miró fijamente a los ojos, sabiendo que le diría
igualmente aunque él le dijera que no. Hizo un gesto de expresión de
espera y a continuación el chico dijo sin esperar un segundo más:
- La pregunta que me hacía era ¿qué puedo hacer a partir de ahora en mi vida cuando siento que una etapa ya ha finalizado en mí?
El maestro hizo un saludo con la cabeza, y con una expresión sonriente continuó su camino hacia el río.
El discípulo miró al suelo, dio un puntapié a una piedra que estaba
junto a él y poniendo una cara de satisfacción, corrió hacia la entrada
de la población que es donde se encontraba el monasterio dando un salto
de cuando en cuando.
No hay nada que no puedas saber desde la sabiduría de tu interior.
¡No busques! ¡Siente!
¡No dudes! ¡Acepta!
Tu corazón te llevará a la Luz.
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