Muchas veces, ajetreados por la lucha de la vida cotidiana, tratamos de buscar algo que nos "acerque" a Dios para aliviar la sensación de nuestra carga diaria.
Cada uno lo hace a su manera. Algunos miran la profundidad del cielo esperando ver un señor gigante barbas blancas juzgándonos, otros tratando de ver y sentir en su inmensidad, la presencia Divina.
Por supuesto que allí está El, ya que el universo emanó del Padre Divino y no hay lugar donde Dios no esté.
Pero existe "otro lugar" donde El siempre está y donde siempre debemos buscarlo: es en nuestro propio corazón. Allí, nuestro Padre aguarda pacientemente el momento en que nosotros, sus hijos, lo descubramos.
Cuando ese día llegue, siempre podremos encontrarlo allí concientemente. Y nuestras penas se desvanecerán, nuestro Amor se incrementará paulatinamente hasta abarcarlo todo, y nuestra conciencia se expandirá hasta el Infinito.
Entonces descubriremos que el cielo profundo que miramos con sus millares de estrellas y galaxias, la vida expresada en ellas y en nosotros mismos, todo ello es una misma y única cosa: DIVINIDAD.
NUNCA ESTUVIMOS SEPARADOS DEL UNIVERSO INFINITO. Rompamos los barrotes de la cárcel de la ilusión y seamos LIBRES.
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