Más pragmático que ideológico
Así como supo cambiar de estrategia para llegar al poder, Mandela se caracterizó por ser un presidente flexible y pragmático. Era un presidente para negros y blancos en Sudáfrica, para ricos y pobres. Que la izquierda puede gobernar para todo un país y no solo para parte de él, es una lección que deja Mandela.
Un conciliador
Su talante conciliador se ponía a prueba en cada acto de gobierno. Cuentan que sus copartidarios del Congreso Nacional Africano quisieron, apenas estuvieron en el poder, prohibir el himno de los afrikáner, e imponer el propio. Mandela los hizo avergonzar de su intento de excluir a sus antiguos opresores, y tomó la salomónica decisión de que se tocaran los dos himnos, uno seguido del otro, en todos los actos públicos.
Más concertación y menos sectarismo fue su fórmula para la transición.
Todos por igual
Posiblemente uno de los mayores atributos personales de Mandela fue tratar a todas las personas por igual. Era la única persona por fuera del Palacio de Buckingham que llamaba a la reina de Inglaterra por su nombre: Elizabeth. Ni reverente ni irreverente, Mandela trataba por igual al chofer que al papa. Esa característica habla mucho de la seguridad que tenía en sí mismo, pero también de su noción de democracia. No creía en la estratificación de las personas y tenía una agenda de justicia social muy profunda que sin embargo no pudo desarrollar plenamente.
Respeto a sus enemigos
Así como Mandela trataba bien a los suyos, era un verdadero caballero con sus adversarios y enemigos. Dedicó por lo menos 16 de los 27 años que pasó en prisión a estudiar con fervor todo lo relativo a los afrikáner. Quería entenderlos, ponerse en sus zapatos, conocer su lógica y sobre todo, sus sentimientos. Este conocimiento lo usaría luego en las negociaciones de paz.
Discreto y sereno
Muchos comentaristas dicen que Mandela hizo el milagro de reconciliar a Sudáfrica. Pero más que un milagro, el fin del apartheid fue el resultado de una negociación confidencial y secreta que duró más de cuatro años, quien nunca cayó en la tentación de revelar las difíciles tramas de estos encuentros en libros o películas.
La vindicación de la política
A Mandela le interesaba el poder. Tanto que cuando tenía 33 años dejó boquiabiertos a sus camaradas del Congreso Nacional Africano cuando les dijo que él sería el primer presidente negro de Sudáfrica. Y lo logró. No obstante, como bien lo ha dicho Mario Vargas Llosa en un bello ensayo a propósito de su agonía, Mandela le recordó al mundo que la política no es necesariamente un oficio de halcones, ni de astutos negociantes o corruptos, sino de idealistas, que pueden usar el poder para construir un mundo mejor.
El altruismo de Mandela quedó demostrado con la vida sencilla que llevaba. Siempre se negó al culto de su personalidad, a pesar de haber sido posiblemente el líder más carismático del mundo al final del siglo XX.
La reconciliación
Mandela se preocupó por crear instituciones que le sirvieran al posconflicto, que pacificaran las regiones donde el odio racial seguía vigente. Pero también se preocupó por los símbolos que hicieran posible la unidad de su país, desde un punto de vista más emocional y profundo. Posiblemente el mayor símbolo de esa reconciliación fue el ya conocido episodio de cómo convirtió el respaldo a la selección de rugby de Sudáfrica, un deporte blanco y símbolo del apartheid, en un factor de unidad nacional durante el mundial de 1995. Era un hombre que miraba siempre hacia adelante.
Tomado dela revista Semana.com
"SOY EL AMO DE MI DESTINO, SOY EL CAPITAN DE MI ALMA"
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