miércoles, 23 de enero de 2013

VIVIR SIN JUZGAR


Prueba vivir sin juzgar y verás cómo te vas a sentir de bien y a gusto, ya que nadie te juzgará a ti; esto va a traer paz a tu alma y sosiego a tu corazón. Te sentirás amado por todo el mundo, ya que tú amarás al mundo.

Basta ya de seguir arrojándole piedras a los demás, cuando todavía no somos perfectos físicamente. En realidad, cada uno de nosotros debería estar pendiente de las vigas que están en nuestros ojos, y no de las pajitas que los demás puedan tener en los suyos.

No nos corresponde juzgar, mirar, ni calificar lo que hacen los demás; eso es problema del que lo hace, no nuestro. Generalmente vemos y criticamos las pequeñeces de los demás para no ver los grandes errores que nosotros cometemos. Si alguien entra en juicio de humanos por lo que haces y dices, no te preocupes en defenderte, porque el Cristo actuará por ti y habrá de hacer lo que sea necesario, en el momento apropiado. Si alguien no te quiere o no te acepta, no te mortifiques; debes perseverar, que al final el triunfo será tuyo. “No juzguéis para que no seáis juzgados”. “Con la medida que midáis, seréis medidos”.

El Maestro Jesús nos enseña, en forma clara y precisa, a no estar buscando la pajita en el ojo de nuestro hermano, esto es, pequeñeces en el carácter de los demás, porque lo más seguro es que tengamos una viga en el nuestro o un error peor al que criticamos en nuestro prójimo.

Jesús es todavía más tolerante al aclarar: “Al que oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo”. Si el propio Jesús se exime de juzgar, cómo nos atrevemos a estar hablando mal de lo que otro hace; lo más seguro es que nosotros lo estemos haciendo peor. Un Maestro así, como Jesús, que es capaz de no juzgar, incluso a aquél que no hace lo que Él dice, es como a mí me gusta; estas cosas de Jesús son la razón por la cual lo quiero y amo con locura. Ése es un verdadero Maestro. Así es como tenemos que ser: como Jesús. Si Jesús no juzga al que no cumple con sus palabras, tampoco condenemos al que no cumple con la nuestra, no acepta nuestras creencias, ya no está en nuestro grupo o no practica nuestra religión.

Ruben Cedeño.



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