Si nos escuchamos cuando hablamos es probable que oigamos frases como estas:
· ¿Por qué hay tantos malos conductores?
· Es que la gente es estúpida.
· Soy un perfecto imbécil.
· Lo haría si no estuviera tan gordo.
· Es la ropa más horrible que he visto en mi vida.
· Jamás podrán terminar ese trabajo.
· Es que soy un inepto.
· La gente de aquí es muy sucia.
· Mis vecinos son muy ruidosos.
· Nadie pide mi opinión.
· ¿No es increíble que ande con ese coche viejo?
· Tiene una risa repelente.
¿Suena así tu diálogo interno? ¿Tu voz interior está constantemente criticando? ¿Miras siempre el mundo con ojos críticos? ¿Te eriges en juez de todo? ¿Te pones farisaicamente como ejemplo?
Casi todos tenemos el hábito de criticar y juzgar tan arraigado que no nos resulta nada fácil deshacernos de él. Además, es el problema con el que hay que trabajar de inmediato, porque jamás llegaremos a amarnos realmente a nosotros mismos si no dejamos atrás la necesidad de agraviar a la vida.
De bebés, estábamos todos totalmente abiertos a la vida. Contemplábamos el mundo con los ojos llenos de asombro. A menos que algo nos asustara o nos hiciera daño, aceptábamos la vida tal como era. Después, al crecer, empezamos a aceptar las opiniones ajenas y a considerarlas como propias. Aprendimos a criticar.
Pregúntate:
1. ¿Cual era la pauta en tu familia?
2. ¿Que fue lo que, en cuanto a criticar, aprendiste de tu madre?
3. ¿Cuales eran las cosas que ella criticaba?
4. ¿Te criticaba a ti?
5. ¿Por qué?
6. ¿Cuando se mostraba tu padre como un juez?
7. ¿Se juzgaba a si mismo?
8. ¿Como te juzgaba a ti tu padre?
9. ¿Criticarse unos a otros era una pauta familiar?
10. ¿Cómo y cuándo se practicaba?
11. ¿Recuerdas cuando fue la primera vez que te criticaron?
12. ¿Como juzgaba tu familia a los vecinos?
13. En la escuela, ¿tuviste maestros que te brindaron apoyo y afecto?
¿O estaban siempre diciéndote cuales eran tus defectos?
14. ¿Empiezas a ver de donde puedes haber tomado ese modelo?
¿Quien fue la persona mas criticona entre las que había a tu alrededor cuando eras niño?
Quizás te hicieron creer que para crecer y cambiar es necesario que uno se critique a sí mismo. ¡Pero no estamos en absoluto de acuerdo con ese concepto!
Creo que las críticas nos encogen el espíritu. No hacen otra cosa que imponernos la creencia de que somos unos inútiles, y por cierto que no hacen aflorar lo bueno que hay en nosotros.
¿No es asombroso el tiempo que te has pasado regañándote por la misma cosa? Y ese hábito no te ha traído ningún cambio positivo, ¿verdad? Exactamente. ¡Las críticas no funcionan! Sólo consiguen que uno se sienta mal. Entonces, disponte a terminar con esa costumbre.
Para que un niño crezca y florezca, necesita amor, aceptación y elogios. A la gente se le pueden mostrar maneras “mejores” de hacer las cosas sin hacerle sentir que la forma en que las está haciendo está “mal”. El niño que llevas adentro sigue aún necesitando amor y aprobación. Prueba con estas frases:
• Te quiero y sé que lo estás haciendo lo mejor que puedes.
• Tal como eres, eres perfecto.
• Cada día te vuelves más encantador.
• Estoy de acuerdo contigo.
• A ver si encontramos una manera mejor de hacer esto.
• Crecer y cambiar es divertido, y podemos hacerlo juntos.
Estas son las palabras que los niños quieren oír, porque hacen que se sientan bien. Y cuando se sienten bien, es cuando mejor lo hacen todo. Se desarrollan maravillosamente.
Si tu hijo o tu niño interior está acostumbrado a oír constantemente que “se equivoca” o que “lo está haciendo mal”, tal vez necesite bastante tiempo para aceptar esas palabras nuevas y positivas. Si tomas definitivamente la decisión de renunciar a las críticas, y la mantienes, podrás conseguir milagros.
Concédete un mes para hablar en términos positivos con tu niño interior. Usa las afirmaciones que acabo de sugerirte y haz una lista con las propias. Lleva contigo una lista de esas afirmaciones.
Cuando te des cuenta de que te estás poniendo criticón, saca la lista y léetela dos o tres veces. Y mejor aún será si lo haces en voz alta y frente a un espejo.
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